Seguramente más de uno de ustedes queridos lectores, habrá visto alguno de los filmesEl exorcismo de Emily Rose o Réquiem y como sabrán ambos tratan de un caso de posesión demoníaca que sucedió en la vida real. Ambas películas relatan la historia de la joven estudiante Anneliese Michel, nacida en Baviera precisamente en la región de Klingenberg am Main, Alemania por el año 1952. La chica pertenecía al seno de una familia muy religiosa y fue educada como ferviente seguidora de la fe católica.
Era una adolescente como cualquier otra, con sueños, anhelos y gran apego a la vida. Al cumplir 16 años Anneliese comenzó a sufrir de ataques y consiguientes pérdidas de conciencia los cuales fueron atribuidos a un cuadro epiléptico pero curiosamente el tratamiento que por aquél entonces se usaba de forma exitosa en estos casos apenas le surtía efecto. A los 18 años sus ataques empeoraron y Anneliese comenzó a teneralucinaciones en las cuales veía caras demoníacas y oía voces que le decían que estaba condenada y su alma ardería en las llamas del infierno. Ingresa entonces en el hospital, en donde le suministran anticonvulsionantes, que en vez de mermar sus ataques hacen que su cerebro se vea gravemente afectado.
En este momento la chica solicita que se le haga un exorcismo porque ella estaba convencida de que estaba poseída por entes maléficos, pero se le niega la petición y le recetan Periciacina lo que aumenta sus convulsiones. En 1973 Anneliese tomaTegretol, fármaco que le causa graves efectos en sus glóbulos rojos, disminuyó su conciencia ante estímulos externos, bajó el nivel de oxígeno de su sangre y le produjo fiebre elevada. A causa de estas dolencias permaneció un tiempo en un hospital psiquiátrico. Luego mejoró y llegó a ser dada de alta, periodo en el que completó sus estudios en la Universidad de Würzburg.
Para entonces toda la personalidad de la chica había dado un vuelco: se mostraba irascible, tenía aversión por los objetos sagrados y advertía rostros de demonios en las caras de la gente que le rodeaba. También su conducta se modificó rotundamente, estaba todo el tiempo muy agresiva, dormía en el suelo, comía insectos y carbón, llegó a beber de su propia orina y hasta le arrancó la cabeza a un pájaro muerto.
Su familia estaba muy consternada y desesperada, la chica pasó dos días bajo la mesa ladrando como un perro, gritaba durante horas, rompía crucifijos, destruía toda imagen santa, se auto mutilaba y orinaba por toda la casa.
Ya sospechando que se trataba de una posesión demoníaca, sus padres comenzaron a buscar un sacerdote exorcista que libere a su hija de los demonios que le atormentaban el alma, pero en las parroquias los encargados les decían que la joven debía ser atendida por un médico ya que no había pruebas suficientes que avalen la posesión; según la Iglesia las personas posesas deben hablar lenguas que desconocen, mostrar poderes sobrenaturales así como aversión a los símbolos santos.
Luego de una ardua lucha, en 1974 el padre Ernst Alt, convencido de que se trataba de un caso innegable de posesión, solicitó autorización para efectuar el exorcismo, pero no fue hasta el año siguiente que el Obispo de Wurzburg, Josef Stangl, le permitiera ejercer su función y para esto le encomendó la ayuda del sacerdote Arnold Renz.
Desde septiembre de 1975 a julio de 1976 ambos sacerdotes realizaban dos sesiones de exorcismo por semana a Anneliese mediante el Rituale Romanum. Toda la familia acompañaba el momento con sus rezos mientras la joven se sacudía ferozmente y golpeaba a todo el que se pusiera a su alcance. Del episodio se conservan cintas en las que puede escucharse la voz de Anneliese junto a multitud de personalidades, según sus propias palabras afirmó estar poseída por al menos seis espíritus: Lucifer, Belial, Caín, Judas Iscariote, Hitler y Fleischmann un sacerdote maléfico del siglo XVI.
Luego de las sesiones de exorcismo y durante un breve período la joven pareció recuperar la salud y tener una vida dentro de todo normal. Pudo volver a clases y frecuentar la Iglesia pero sus ataques “epilépticos” no cesaban. Al tiempo su padecimiento regresó, comenzó a dejar de comer y cuando se le practicaba el rito ella hacía cerca de 600 genuflexiones de forma constante lo que culminó con un daño irreparable en sus rodillas.
Indudablemente el caso de Anneliese mostraba notorios signos de posesión, pasaba de tener el cuerpo extremadamente rígido a adoptar posturas extrañas, para referirse a ella misma usaba el “nosotros”, tenía períodos de amnesia, personalidades múltiples, no parecía tener sensibilidad en su cuerpo ya que no respondía a los golpes y heridas que se propiciaba, desprendía un hedor insoportable, entre otros tantos síntomas.
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