La isla de Buyan es un lugar mítico que aparece en los conjuros y los cuentos populares rusos, y que algunos autores han identificado con el rai, el paraíso de los primitivos eslavos.
Las coincidencias entre ambos territorios son notables: los dos se encuentran al Este, entre las olas del océano, desconocen la oscuridad, el invierno y la infelicidad, y, sobre todo, tanto el uno como el otro constituyen el refugio nocturno del Sol. Se trata de vergeles exuberantes a los que regresan las aves y los insectos al terminar el otoño, lugares, por tanto, edénicos y de renovación.
A través de los conjuros sabemos que Buyan, además de ser el hogar del Sol, lo es de los vientos del Norte, el Este y el Oeste, y de diversos animales maravillosos. Allí moran, por ejemplo, la más vieja de las serpientes, el cuervo profético, la madre de todas las abejas y un pájaro con pico de hierro y garras de cobre, a la vez la más grande y anciana de todas las aves.
Dos lugares emblemáticos hay en Buyan: uno es un gran roble a cuya sombra se arrastra la serpiente Garafena y se sienta, a veces, la divina doncella Zarya, señora del amanecer; el otro, la brillante piedra Alatuir, bajo la cual fluyen ríos de agua sanadora.
De esta misteriosa roca, de textura ambarina, se dice que se mantiene siempre templada y jamás se enfriará. Sobre su cima la doncella Zarya cose las heridas sangrantes de quienes acuden a ella. En las versiones más cristianizadas es la virgen María o el mismo Jesucristo, que predica desde la piedra, a veces transferida a las orillas del río Jordán.
Tanto la doncella Zarya como la piedra Alatuir son invocadas con frecuencia en los conjuros. En unas ocasiones se apela a la firmeza de la piedra, en otras a la capacidad de Zarya para detener las hemorragias. Dice el brujo: “En el mar, en el océano, en la isla, en Buyan, sobre la blanca y ardiente piedra Alatuir. En esa piedra Alatuir se sienta una hermosa doncella, una maestra costurera. Sostiene una aguja de acero, la enhebra con un hilo de seda, teñido de amarillo rojizo, y cose heridas sangrantes. Que de la misma manera este sujeto no sufra cortes. Acero, mantente lejos, y tú, sangre, deja de fluir”.
Toda la isla constituye, de hecho, un espacio simbólico propicio para ser utilizado por la magia tradicional de los conjuros. A Buyan se pueden enviar, por ejemplo, los dolores de dientes, proclamando lo siguiente: “En el océano, en la gran isla de Buyan crecen tres altos árboles, el primero es Petrii, el segundo Khitrii, el tercero Cypress. Bajo él yace una liebre. Tú, dolor de dientes, entra en la liebre”.
Y en Buyan se encuentran materializados todos los miedos, los dolores, los sentimientos, los espíritus inmateriales… Allí está la muerte de Koshchei el Esqueleto Perpetuo, uno de los personajes típicos de los cuentos populares rusos, encerrada en un huevo, dentro de un pato, metido este dentro de una liebre, encerrada en un cofre, enterrado bajo un roble. Igual que en otros cuentos el corazón, la pena o el amor de una joven están contenidos dentro de una sucesión de objetos, anidados como un juego de muñecas matrioshka.
Los protagonistas de los cuentos llegan a Buyan, tras cruzar el océano, para obtener esos objetos simbólicos y derrotar así a Koshchei u obtener el amor de la princesa. Por su parte, los brujos (o los simples conocedores de los conjuros) actúan sobre Buyan a través de la palabra, y, a través del reflejo simbólico de la isla, en la realidad.
Un conjuro empleado por el brujo para convertirse en lobo decía: “En la mar oceana, en la isla de Buyan, en la llanura abierta, brilla la luna sobre la cepa de un álamo, en el verde bosque, en el extenso valle. Al lado de la cepa pasa un peludo lobo; entre sus dientes está todo el ganado astado; pero el lobo en el bosque no entra; en el valle el lobo no merodea. ¡Luna! ¡Luna! ¡La de los cuernos dorados! Funde la bala, mella el cuchillo, pudre el garrote, infunde miedo en el corazón del hombre, la bestia y el reptil, para que no atrapen al lobo gris ni le arranquen su cálida piel. Mi palabra es firme, más firme que el sueño o la fuerza de los héroes”. Y en ese lobo al que apela el brujo podemos ver el lobo en el que él se convertirá, o la parte de su espíritu que ya es un lobo, la cual en Buyan tiene una existencia física.
En Buyan están, por tanto, todos nuestros pesares, pero también nuestras esperanzas, además de una parte de nuestro espíritu. Podemos conjurarlos o liberarlas mediante un acto consciente de la imaginación, gracias a la mediación mágica de la palabra
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